Bugeikan

martes, 31 de julio de 2007

KENJUTSU - IAIJUTSU

Kenjutsu e Iaijutsu

La espada no es un mero símbolo del poder y un objeto de admiración, sino que su razón de ser siempre ha sido un mortífero instrumento de guerra en manos de un hombre que dependía de ella y que se identifica estrechamente con ella. El estudio del arte del manejo de la espada (kenjutsu) se consideraba de gran importancia y su aplicación excede con creces el desarrollo de la esgrima como ciencia militar en Occidente. En cada época de la historia japonesa muchos hombres dedicaban toda su vida a adquirir nuevas técnicas en el manejo de su espada. Muchos de ellos inventaban sistemas propios que recibieron nombres especiales y que se diferenciaban de otros en algunos detalles sutiles desconocidos para cualquier neófito excepto para el propio maestro y para sus alumnos favoritos.-

KENJUTSU
La existencia de varias técnicas de manejo de la espada se agrupaban en una serie de enseñanzas magistrales que cada maestro (sensei) desarrollaba en el seno de su propia escuela (ryu). Las escuelas de kenjutsu proliferaron desde el siglo IX d.C. con gran éxito; las crónicas oficiales atestiguan que al final del período Tokugawa (1600-1867) existían más de 200 escuelas en activo. Pese a que cada una seguía una estricta política de secreto, lo habitual era que las escuelas se vieran muy influenciadas por otras escuelas en las que el sensei había sido anterior discípulo: escuelas de gran renombre, cuya aparición se remonta a los siglos XIV o XV eran: Yoshimoto Sanashiro (ryu Nen); Iishino Choisai (ryu sintoísta); Aisu Iso (ryu Yagyu); Chugo Nagahide (ryu Itto) o Fukida Bunguro (ryu Koto-eri), etcétera.
El principal arte de esgrima era naturalmente el kenjutsu: el arte de la katana, la espada normal. Las técnicas antiguas desarrolladas para la espada al parecer fueron codificadas (pero no se agotaron en absoluto) en 1350 d C. por Choisai y Jion, a quienes se les considera por tanto los autores del principal sistema de esgrima utilizado en los enfrentamientos individuales en el Japón feudal. Su sistema era uno de los más rigurosos y precisos y se basaba en el código ético del guerrero de utilizar sus normas para regular todas las fases del esgrima: preparación inicial para el combate, postura y desenvainado del arma, desplazamientos básicos y estrategias de ataque, defensa y contraataque, técnicas aplicadas y, por supuesto, blancos determinados a los que había que dar.
A los guerreros que se respetaban a sí mismos, a sus adversarios y a las autoridades del esgrima ortodoxo, se les pedía que hicieran una presentación de sí mismos y que expusieran las razones por las que se entablaba ese combate. Este requisito se satisfacía, cuando era posible, en el calor del combate en el campo de batalla. Después de prepararse, los duelistas desenvainaban sus espadas y avanzaban lentamente hasta que estaban a una distancia apropiada uno del otro. Entonces cada uno adoptaría la postura apropiada para la estrategia que intentaba aplicar. Desde este momento, generalmente las técnicas se desarrollaban a toda velocidad.
Toda vez que un sensei demostraba su pericia en varias técnicas determinadas, acostumbraba a desarrollar su propio estilo que combinar elementos de anteriores estilos. Pero para asegurar la eficacia de su nueva técnica debía estudiar a los demás maestros en una serie de giras por todas las provincias luchando contra cualquiera que se considerara un experto: si vencía, acrecentaba su fama como espadachín; si perdía (y no moría en el lance) él mismo se nombraba discípulo del victorioso. Esta costumbre se atribuye al maestro Kami-izumi Hidetsuna (fundador de la ryu Shinkage), quien tras disolverse su clan en 1563, desistió de unirse al clan Takeda Shingen para viajar por todo el país enseñando y dando demostraciones de esgrima. Durante el curso de sus viajes tomó parte en 16 duelos mortales, saliendo indemne de cada uno de ellos. Aunque finalmente se estableció en Furimi, su ejemplo se difundió entre otros maestros, que comenzaron a demostrar su competencia mediante enfrentamientos directos y continuas comprobaciones de la habilidad con la espada.
Pero esta costumbre resultaba despiadada, puesto que la derrota en un duelo podía significar la ruina económica y el descrédito del vencido, mientras que para el vencedor no sólo significaba el acceso a una posición de prestigio dentro de la sociedad feudal japonesa, sino también la posibilidad de que se le abrieran muchas puertas cerradas y sustanciales ventajas sociales (de los cuales unos ingresos seguros no era la menor de ellas). No se puede olvidar que los profesores afiliados que enseñaban kenjutsu se les otorgaba una posición alta en la jerarquía del clan; eran relativamente independientes dentro de sus escuelas y muchas veces estaban bien pagados. Pero incluso los maestros no afiliados se beneficiaban de la antigua costumbre del patrocinio indirecto, que instaba a las autoridades a competir unas con otras colmando de regalos valiosos y de títulos impresionantes a estos campeones y a sus profesores.
En este contexto, parece que hubo una tendencia notable por parle de los sensei establecidos para frenar en lo posible los enfrentamientos directos con otros maestros de esgrima o con cualquiera de los innumerables campeones viajeros que siempre estaban dispuestos, y generalmente anhelaban que surgiera un desafío con la sola mención de su reputación. La edad madura, la prudencia y, por supuesto, los accesos de cobardía (todo escondido detrás de la pantalla protectora de la organización del clan) mantenían a la mayoría de los instructores del kenjutsu bien aislados en sus escuelas. Siempre había profesores excepcionales a quienes no se les podía aplicar ninguna de las anteriores consideraciones, pero eran una minoría tanto antes como ahora. Sin embargo, muchos estudiantes del arte de la esgrima arriesgaron su vida una y otra vez intentando establecer esa reputación que les permitiría convertirse en directores de su propia escuela. Muchos de estos jóvenes espadachines practicaban en una escuela tras otra desafiando a otros espadachines (incluso a los de provincias lejanas) y llenando el mundo del bujutsu de una gran expectación cuando varios expertos y sus maestros debatían estilos y características.
Gradualmente, se promulgó una legislación para tratar de refrenar el derramamiento de sangre en los concursos de técnicas de esgrima. El entrenamiento con espadas verdaderas en las escuelas (dojo) en el Japón anterior a los Tokugawa ya se había restringido en la mayoría de los casos a objetos inanimados como los maki-wara (muñecos con forma humana hechos de paja de arroz), y cuando se trataba con un adversario vivo, se limitaba al estilo controlado ritualmente conocido como kata, que es el que se emplea hoy en día en aquellas escuelas japonesas en donde todavía se practica la esgrima con una hoja verdadera.
El utilizar una espada para practicar hecha de madera (bokuto), que llegó a conocerse por todas partes como bokken, incrementó el alcance de la práctica del bujutsu. Pero con el tiempo la propia bokken se convirtió en un arma de mortíferas posibilidades en las manos de un experto que supiera cómo concentrar toda la fuerza de sus golpes sobre las partes vitales del cuerpo de su adversario. Se hicieron cada vez más frecuentes los concursos de destreza con espadas de madera, que muchas veces se parecían a sangrientos duelos con espadas verdaderas. Y puesto que la tendencia natural de un alumno era tener poca contención y cuidado cuando utilizaba la bokken para asestar sus golpes, algunos adoptaron un equipo de protección en las escuelas del manejo de la espada posteriores a los Tokugawa.
Estas protecciones estaban sacadas de los elementos básicos de la armadura del guerrero, y se usaban a menudo los siguientes: un protector para la cabeza forrado (men) con una rejilla de hierro para proteger la cara; un protector para el pecho (do) hecho de cañas de bambú; un mandil grueso con faldones y, por último, muñequeras (kote). Durante la primera parte del siglo XIX, estos elementos se adaptaron y combinaron hasta llegar al uniforme fuerte y altamente refinado que se utiliza en la práctica del kendo moderno. Se dice que lo inventó el maestro Nakanishi Chuzo de Edo en 1750, y su objeto era precisamente disminuir o eliminar el peligro de las heridas en la práctica del manejo de la espada, un peligro que está siempre presente cuando se utilizan espadas auténticas o incluso las de madera.
Las diferentes técnicas se dividían generalmente en dos grupos principales; el primero comprendía las técnicas de cortar (kiri) y las de clavar (tsuki), que se usaban en el ataque y en el contraataque, y el segundo comprendía los quites utilizados en la defensa. Los blancos estaban claramente identificados: la parte alta de la cabeza, las muñecas, los costados y la pierna por debajo de la rodilla. Sin embargo, la existencia de innumerables estilos secretos de esgrima y las severas advertencias que se han conservado respecto al uso degradante de ciertas prácticas podrían indicar que la observancia del código ortodoxo de esgrima, cualquiera que fuera su contenido y significado para los miembros de los buke (o a ese respecto, para los miembros de cualquier otra clase social), no era en absoluto un fenómeno general.
Abundaban los expertos que estudiaban las técnicas de la esgrima ortodoxa y luego ideaban unas contramedidas apropiadas, muchas de las cuales no estaban de acuerdo con las normas del bushido; los cortes imprevistos, las estocadas y quites que se dirigían contra cualquier blanco disponible, diferentes estratagemas psicológicas que intentaban distraer la concentración del adversario y una continua dependencia del elemento de sorpresa táctica, al parecer se empleaban mucho y caracterizaron los estilos de muchos espadachines, y a pesar de todos los intentos y propósitos, estas técnicas “innobles” parece que eran la norma más que la excepción.

IAIJUTSU
Casi todos los alumnos del kenjutsu se imaginaban que poseían una forma secreta, única e irresistible de traspasar la defensa de cada espadachín con la punta afilada de su katana. Así, el movimiento inicial de sacar la espada se convirtió en un arte mayor de por si (iaijutsu). Este arte se basaba en la velocidad instantánea y coordinada del desenvainado de la espada y en asestar un golpe penetrante y muchas veces fatal a continuación del movimiento de desenvainado. Se adaptaba sobre todo al encuentro con armas en el curso de la vida cotidiana; en contraposición al combate en el campo de batalla, donde las armas ya estaban desenvainadas, el iaijutsu se podía emplear inesperadamente contra un incauto adversario o contra uno o más adversarios que se estaban preparando para atacar.
Sin embargo, la utilización del iaijutsu en este contexto contra un adversario que no había sacado su propia arma de la vaina daba un aire de desprestigio al arte. Había algunos estudiantes del bujutsu japoneses que sostenían que el uso de esta particular subespecialización del manejo del sable contra un guerrero que no había sacado todavía su propia arma constituía todavía una legítima aplicación del kenjutsu, ya que se suponía que un guerrero tenía que estar preparado para afrontar el peligro en cualquier momento, sobre todo en un mundo dominado (como en el Japón feudal) por el luchador profesional.
Esta justificación pierde su fuerza cuando las víctimas eran plebeyos (heimin) que no eran luchadores profesionales y además tenían prohibido por ley el llevar armas. Y si se admite será sólo con una cierta reticencia incluso en relación a los propios bushi, porque si un guerrero usaba el arte de atrapar a otro guerrero desprevenido completamente descuidado, su código profesional ético exigía al menos un mínimo de franqueza y sinceridad al indicar las propias intenciones.
El iaijutsu parece que ha sido una modalidad de la esgrima perfectamente justificable (y a veces indispensable) cuando se utilizaba en el contraataque casi simultáneo contra un adversario que obviamente estaba a punto, o realmente en el momento de desenvainar su sable con intenciones mortales. De hecho, los maestros más acreditados entrenaban a sus alumnos para responder inmediata y eficazmente a esta posibilidad pertinente.
Un espadachín que dominara el iaijutsu tenía que ser capaz de percibir instantáneamente la técnica que iba a emplear su adversario, de modo que pudiera dirigir su contraataque casi simultáneo en una dirección en la que la hoja de su adversario no se lo pudiera bloquear cuando efectuaba la trayectoria. Para que fuera instantánea y eficaz, la respuesta tenía que estar basada en la habilidad para actuar (o reaccionar) instintivamente ante una situación inesperadamente peligrosa. En principio, esta condición de reactividad instintiva se aplicaba a todas las especializaciones del bujutsu, pero en el iaijutsu en particular y en el kenjutsu en general, llegó hasta unos niveles de respuesta sin precedentes que dependían de la evolución de los factores internos del bujutsu).

IAIDO
Las técnicas y ejercicios de entrenamiento básicos de este arte estaban representadas por una serie de acciones y reacciones con una dificultad progresiva contra blancos tanto móviles como estáticos, sólo limitados por la imaginación de cada profesor. Por ejemplo, al sonido de una orden repentina, un guerrero que estaba en cuclillas en el centro de una estera (muchas veces con los ojos vendados) se levantaba, desenvainando al instante su sable con un movimiento flexible y circular mientras cortaba unos cuatro blancos o más, colocados sobre palos que habían sido situados en los bordes de la estera. Sin ninguna interrupción en el firme movimiento inicial, él volvería a colocar la espada en su vaina y retomaría a su postura en cuclillas.
El tiempo que le llevaba efectuar toda la secuencia estaba debidamente calculado y se reducía a un momento instantáneo por el riguroso y continuo entrenamiento. Por consiguiente, en cada escuela del kenjutsu se empleaba mucho tiempo y esfuerzo para las técnicas del iaijutsu; se desarrollaban programas especiales de entrenamiento que se transmitían con sumo secreto a los estudiantes que permanecieran vinculados a la escuela o que juraran que nunca revelarían el método a nadie más si dejaban la escuela por algún motivo. El arte del iaijutsu, que muchas veces se practicaba en solitario contra blancos fijos o móviles, se prestaba para codificarlo sistemáticamente con ejercicios y series de movimientos formales previamente determinados (kata).
Como ocurría con el kenjutsu, pronto evolucionó hacia una disciplina concreta de coordinación basada en una rigurosa concentración y en una fuerte determinación sobre la realización de una determinada acción, una vez decidida. Esta disciplina se extendió y perfeccionó hasta que penetró en las dimensiones espirituales y religiosas de la existencia del hombre y como tal llegó a conocerse como iaido (la vía del iai), nombre que todavía se usa hoy en día en aquellas escuelas en donde se practican los antiguos kata del iaijutsu (por supuesto algo modificados), es decir, en la Katori-Shinto, la Hasegawa, la famosa Yagyu, la Omori, la Mukai y otras.

OTRAS ESPECIALIDADES
Los guerreros también aprendían las técnicas de otras especializaciones menores del kenjutsu. Generalmente podía practicar la esgrima igualmente bien con la espada corta (wakizashi) o con la intermedia (chia-katana), usando técnicas sustancialmente idénticas a las desarrolladas con la katana, aunque adaptadas a las distancias cortas. También exploraba con detalle la eficacia estratégica de la nodachi, la espada larga que normalmente se llevaba a la espalda con la empuñadura sobresaliendo por detrás de los hombros. La perfección técnica del kenjutsu alcanzó unos niveles de belleza y eficacia sin igual con el uso simultáneo de los dos espadas: la katana y la wakizashi en el estilo denominado de la esgrima de dos espadas (nito) que lo hizo famoso Miyamoto Musashi en su escuela la Ryu Nito. Estas técnicas que requerían la utilización de uno o dos sables contra varios adversarios armados con espadas o lanzas eran inmensamente complejas y difíciles; se basaban en desplazamientos en los que predominaban los movimientos circulares (tai-sabaki) en forma de ejes y giros deslizantes y se realizaban bien de pie o deslizándose por debajo de la línea de convergencia.-
También se esperaba que el guerrero dominara la utilización de todo tipo de dagas, estiletes, etc., que normalmente se llevaban con la abrazadera de las espadas (daisho) muchas veces en la vaina de la espada corta. Por lo general el bushi utilizaba diversas modalidades de cuchillo, aunque lo usual era recurrir a una kogatana. La utilización o el lanzamiento de una daga o cuchillo, en movimiento o parado (cualquiera que fuera la iluminación que hubiera), se convirtió en un arte (tantojutsu) en el cual las mujeres de los bushi llegaron a ser expertas muchas veces. Estas mujeres llevaban siempre el puñal (kaiken) consigo, siendo este arma para ellas lo que la katana era para sus compañeros. El grado de perfección fue tal que se han datado anécdotas de hombres y mujeres cuya habilidad con su daga era tal que se desenvolvían a la perfección con una total oscuridad o con los ojos vendados.
El osage, el fuerte cordón de seda (que se cree proviene de las cuerdas de las hondas que sujetaban la antigua espada larga o tachi al cinturón del guerrero y más tarde sujetaba la katana a su faja) se utilizaba de una forma determinada antes de un encuentro, cuando el guerrero no llevaba armadura. Este cordón se sacaba del kurikata (lazo de la vaina) cuando el espadachín estaba preparado para la acción, se tiraba con una rapidez asombrosa sobre los hombros y se ataba a la espalda alcanzando la totalidad de las amplias mangas y sujetando los antebrazos. Esta acción de tirar y sujetar este cordón se realizaba en un espacio de tiempo increíblemente corto. También podía tener otros usos, como atar a un prisionero o para trepar por una pared, exactamente como las cuerdas y cordones que se encontraban en el equipo de combate del bushi.
Por último, había un gran alfiler (kogai) que sujetaba el emblema del guerrero y que lo llevaba en un hueco especial en la vaina de la espada corta o de su daga más corta. Normalmente, el guerrero al que pertenecía el kogai dejaba también una declaración completa firmada y sellada en la que se hacía responsable de la hazaña y explicaba sus razones. Este alfiler también se podía utilizar para evitar la contaminación en el campo de batalla. ¿Por qué?. En los días de continua guerra civil en Japón existía la costumbre de decapitar al enemigo caído si era un guerrero importante y de presentar su cabeza al jefe o general, como muestra de valor en la batalla. No obstante, un samurai no podía tocar un cadáver sin mancillarse, pero el kogai clavado en el moño de pelo (muge), se utilizaba entonces a modo de asa con la que se podía llevar el espantoso trofeo sin miedo a la contaminación.
Este articulo es de kenwakai

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