Bugeikan

lunes, 25 de agosto de 2008



Las Armas de Fuego en Japon


Por Alberto Olmos/ipcdigital.com

Tres comerciantes portugueses trajeron a Japón las primeras armas de fuego en el año 1543.
Fue en el siglo XVI que las armas de fuego y los evangelizadores cristianos llegaron a Japón
La casualidad quiso que a Japón llegaran al mismo tiempo las armas de fuego y los evangelizadores cristianos, lo que sin duda podría ser objeto de todo tipo de interpretaciones. Fue en el siglo XVI, centuria que dio inicio a la progresiva occidentalización del archipiélago. Los diversos visitantes holandeses, españoles o portugueses fueron recibidos con suma amabilidad, y los objetos, conocimientos y creencias que traían con ellos se filtraron lentamente en la sociedad nipona.

TANEGASHIMA
La entrada de las armas de fuego en Japón se produjo a través de la pequeña isla de Tanegashima (provincia de Kagoshima), el 25 de agosto de 1543. Un barco de origen chino atracó en el cabo de Kadokura. En él viajaban tres comerciantes portugueses que portaban armas de fuego. Después de contactar con el señor de la isla, Tokitaka Tanegashima, accedieron a venderle un par de arcabuces y a enseñarle la manera de utilizarlos. Tokitaka se mostró muy interesado por estas nuevas armas, habida cuenta de que su tiempo era un tiempo de batallas continuas. Así, ordenó a un subalterno la tarea de fabricar más arcabuces, de modo que pudiera armar a todo su ejército.
Cuenta la leyenda que Kinbei Yatsuita, el encargado de copiar las armas de fuego portuguesas, llegó a vender a su hija pequeña a un capitán para que le ayudara en la tarea. En todo caso, la producción de armas de fuego culminó con éxito en menos de un año, y una década después ya se producían escopetas en todo el país, escopetas que eran conocidas como "tanegashima".

EL TIEMPO DE NOBUNAGA ODA
La proliferación del nuevo armamento y la llegada de evangelizadores (entre ellos, Francisco Javier en 1549) se produjo en la época de Nobunaga Oda, un líder militar que estuvo a punto de conseguir la unificación de todo Japón. Su denodado esfuerzo guerrero se vio modificado ante las posibilidades que ofrecían las nuevas armas.
Sin embargo, al principio, los arcabuces dieron más problemas que victorias. Resultaban inútiles bajo la lluvia, y la mayoría de los soldados eran incapaces de utilizarlos adecuadamente. Además, los mandos no sabían cómo organizar a los fusileros, de modo que todos disparaban al mismo tiempo y, mientras recargaban, eran abatidos por el enemigo, con flechas o katana (espada) en mano. Esto sucedió en la batalla de Uedahara.
No fue hasta 1575, en la batalla de Nagashino, cuando, a las órdenes de Nobunaga Oda, se consiguió una victoria gracias a las armas de fuego. Estas habían sido ya preparadas para funcionar bajo la lluvia y los soldados habían aprendido a batallar con ellas: mientras un pelotón disparaba, el otro recargaba. Las armas de fuego se multiplicaron y, en el siglo XVI, Japón era el país del mundo que más poseía.
Una de las industrias que se vio beneficiada por esta sobreabundancia armamentística fue la de la pólvora. En Japón se fabricaba mezclando un 75% de salitre con un 10% de sulfuro y un 15% de carbón. La primera producción industrial de pólvora la desarrolló un enemigo de Nobunaga Oda, que fue el templo Honganji. Este inició esta labor en Gokayama (Toyama).
Según un documento antiguo, le sorprendió al guerrero más poderoso de entonces la fuerza que tenían las armas de fuego, utilizadas por los monjes del Honganji en una batalla disputada en 1570. No se tardó nada en que Nobunaga formara una tropa de fusileros y cinco años después logró un triunfo en la batalla de Nagashino que se quedó en la historia japonesa.
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A TEORÍA DE NOEL PERRIN
En 1979 se publicó "Abandono de las armas de fuego: Japón vuelve a la espada", de Noel Perrin. La tesis de este historiador era que, a partir del siglo XVII, las escopetas y arcabuces fueron siendo abandonados en Japón y la katana (espada) volvió a ser el arma habitual en la batalla. Esto se debió a que, sin espadas, la guerra carecía de honor, ya que era difícil destacar individualmente. Además, con armas de fuego se mataba mucho más y de modo indiscriminado. Perrin llegaba a la conclusión de que los avances tecnológicos no siempre deben ser aceptados.

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